Desde hace mucho tiempo, una barbería es el lugar a donde los hombres van a mimarse. Ir a una peluquería, orientada más hacia el público femenino, en vez de ser una experiencia relajante puede resultarles embarazoso e incluso incómodo.

Las barberías siempre han tenido su lugar en nuestra sociedad, aproximadamente desde el año 5.000 a. C.

La nobleza egipcia ya hacía cortes de pelo hace 6.000 años usando conchas de ostras y piedras de sílex afiladas. Realmente, hemos evolucionado mucho desde aquellos días en los que se utilizaban semejantes herramientas.

 

Salto hasta 900 d. C.

En la Edad Media, los barberos no solo cortaban el pelo y afeitaban. También vendaban las heridas y realizaban operaciones quirúrgicas, y se les llamaba barbero-cirujanos. En el año 1096 d. C., los barbero-cirujanos formaron en Francia su primera organización y en el siglo XIV las profesiones de barbero y la de cirujano se separaron. Menos mal que lo hicieron. En 1450, anunciaron oficialmente esta separación de manera que nadie que estuviese realizando una operación quirúrgica podría hacer el trabajo de un barbero, y viceversa. Aun así, los barberos seguían autorizados a sacar los dientes. Luego, en 1745, se aprobó un proyecto de ley que separó definitivamente ambas profesiones.

El famoso poste de barbería que asociamos con la profesión de barbero servía para representar las funciones de cirujano que solían tener los barberos. El rojo en el poste de barbería simboliza la sangre, el blanco los vendajes y el azul las venas.

Hay mucho más que aprender en lo referente a la historia de los barberos, pero ya que estás, ¿por qué no te pasas por tu barbería más cercana a por un corte de pelo masculino? Puedes darles una pequeña lección de historia y agradecerles que te corten el pelo ¡y ninguna otra cosa!

La historia de las barberías tradicionales

Entrar en una barbería auténtica es una experiencia realmente única. Las barberías antiguas tienen un ambiente acogedor, con profesionales diligentes, enamorados por completo de lo que hacen y que conocen perfectamente el cabello masculino.

Se han vuelto a poner de moda estas barberías a la antigua usanza y, curiosamente, esta tradicional expresión del arte apenas ha evolucionado con el paso de los años.

Desde finales del siglo XIX al inicio de la Segunda Guerra Mundial, la popularidad de las barberías rivalizaba con los bares y las tabernas. Los hombres no iban solo a que les afeitasen o les cortasen el pelo, sino para enterarse de las últimas noticias y charlar con los amigos. Muchos clientes iban cada semana o incluso a diario. Esta era la etapa dorada de las barberías.

Muebles elegantes, sillas de barbero estilizadas y de nogal, tapizado de lujo, frescos artísticos, espejos ornamentales, incluso lámparas de araña de cristal. Estos son rasgos típicos del diseño interior de una barbería en la etapa de oro que ahora están reproduciendo los sucesores modernos. Pese al ambiente de lujo, las barberías estaban diseñadas como lugares acogedores en los que los hombres podían entrar, relajarse y alejar la mente del duro trabajo diario.

Las barberías prosperaron hasta que Gillette, el gigante de productos de consumo, introdujo la maquinilla de afeitar y lanzó una enorme campaña de marketing que la instauró como una alternativa más segura y barata que las barberías. La Gran Depresión y las dos guerras mundiales lo empeoraron todo aún más, ya que el número de clientes decreció y la gente estaba reacia a gastar dinero en el barbero. Más adelante, la cultura hippie popularizó el estilo shaggy e ir al barbero se pasó se moda completamente.

El auge de los salones unisex no dejó salir de las sombras a las barberías clásicas durante los años 80 y 90. Pero en los últimos años, las barberías tradicionales han ascendido enormemente por todo el mundo, al haber muchos hombres que buscan una experiencia más centrada en el cliente masculino.

Las barberías de hoy en día proporcionan un medio de socialización justo como hace cien años. Los clientes salen habiendo escuchado grandes historias, chistes y debates sobre actualidad. Como se hacía antiguamente, uno puede dejarse caer en una silla de barbería tradicional y darse el gusto de recibir un afeitado clásico con lavado o recortarse el pelo, exclusivo para el cabello masculino y en el ambiente alegre de un bar de pueblo.

La tradición de las barberías ha cambiado muy poco durante generaciones. Al contrario que los salones unisex, no tienen nada que ver con las invenciones modernas, como la depilación con cera o el highlighting. Cuando uno va al barbero, sabe que va a disfrutar de buena compañía durante la visita y que va a salir con un corte de pelo genial.

Las barberías vintage de hoy van un paso más allá y ofrecen servicios adicionales como una cerveza o un chupito de whisky en honor a la etapa dorada de las barberías, cuando recortarse la barba formaba parte de un servicio integral. Los barberos con experiencia también pueden dar consejos personalizados para mejorar el cuidado diario del cabello y así tener el mejor aspecto en todo momento. Al entrar en una barbería, uno se lleva mucho más de un afeitado o un corte de pelo: puede entrar a formar parte de una tradición masculina que definitivamente merece la pena resucitar.